02 Ago No resulta descabellado pensar que no es mucho más lo que le podremos exigir a nuestro mercado laboral.
No resulta descabellado pensar que no es mucho más lo que le podremos exigir a nuestro mercado laboral.
En el trimestre móvil terminado en junio asistimos a una creación de nuevos puestos de trabajo que no dio cuenta de un cambio relevante de escenario. En efecto, los ocupados registraron un crecimiento en doce meses de 2,1%. En promedio, en este primer semestre la ocupación ascendió a los 8,4 millones de personas, creció un 2,2% y fue equivalente a unos 177 mil nuevos puestos de trabajo. ¿Cómo calificarlo? Como de más bien pobre. Si bien se debe reconocer que se confirmó que su evolución más pobre quedó en el pasado. Una recuperación que se inició en el último año de la anterior administración.
Sí tuvimos un cambio relevante de escenario en materia de desocupación por cuanto esta creció bastante más. Una desocupación que ascendió a las 646 mil personas y que la llevó a crecer un 4,1%. Se concluye también que en esta primera mitad del año promedió las 633 mil personas creciendo un 5,6%.
La fuerza laboral promedió en esta primera mitad del año los 9,0 millones de personas y que la llevó a crecer un 2,4%. La tasa de desocupación se situó en 7,0%, es decir, se presentó acotadamente más elevada en comparación a la registrada un año atrás (6,8%), y reducida desde una perspectiva de largo plazo.
¿Qué falta para que el mercado laboral se muestra más revitalizado? Simple, crecer más, simple decirlo, pero no hacerlo. Mucho se ha comentado de una supuesta desconexión entre crecimiento y éste. No nos olvidemos que el 2017 cerró con un paupérrimo crecimiento de 1,5% y que entre crecimiento y creación de nuevos puestos de trabajo existe un rezago, no es instantánea la relación entre ambos.
Falta que el gasto en inversión continúe revitalizándose, son los nuevos proyectos los que generan mayor demanda por mano de obra. En este sentido es importante hacer ver que este gasto en inversión cerró el ejercicio pasado en su nivel más deprimido, en términos reales, de los últimos seis años. Y allí tenemos las consecuencias de nuestro actual potencial de crecimiento.
Tampoco debemos dejar de lado el cambio tecnológico que ha puesto bajo presión al mercado laboral. No nos olvidemos que el gran generador de puestos de trabajo en nuestra economía es el comercio. Sin perder de vista que los cambios tecnológicos destruyen y crean empleos, en este sector en particular nos queda la impresión de que el efecto neto a jugado en contra del empleo.
Las perspectivas de corto plazo en materia de crecimiento no son favorables. En el frente interno las encuestas del Banco Central nos hablan de un menor crecimiento en el 2019 y hay buenas razones para pensar así. El último informe de percepciones de negocios nos entrega una síntesis no muy alentadora para las perspectivas de corto plazo del empleo. Existe una sensación que lo de mejores tiempos comienza a disiparse, así lo ponen de manifiesto algunas encuestas. Aun no conocemos de una agenda procrecimiento, en estos primeros meses el gobierno ha estado ocupado en temas bien distintos. Los trabajadores de Chuquicamata están en huelga y los de Minera Escondida parecieran ir para allá también.
En el frente externo las tensiones comerciales entre los Estados Unidos y China no aflojan, si bien el calificativo de guerra comercial es aún una quimera. El crecimiento económico se desacelera en la zona del euro y hay evidencia de ello también en Asia. Si bien en los Estados Unidos las novedades siguen siendo muy positivas, las nuevas alzas de tasas por parte de la Fed amenazan con comenzar a aguar la fiesta.
Poniendo todo ello en una balanza no resulta descabellado pensar que no es mucho más lo que le podremos exigir a nuestro mercado laboral.
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